martes, 20 de septiembre de 2011

Vicios del cuerpo y del alma.


Debemos primeramente hacer diferencia entre el cuerpo (la carne propiamente) y el espíritu (el alma propiamente). Durante muchos años, predominó la Doctrina de los filósofos epicúreos; a la fecha aunque no recibe el mismo nombre, predomina entre la juventud la misma filosofía – sólo que ahora bajo el nombre de materialismo – que incita e invita a vivir según la carne, porque colocan el sumo bien y la bienaventuranza en la fruición del deleite corporal, porque opinan que el bien corporal es el sumo bien del hombre.
Así, sin seguir una doctrina y mucho menos sin filosofar, de ésta manera, se inclinan a la sensualidad y no saben gustar de otra cosa sino de los deleites que reciben por los sentidos corporales, que es en suma lo material. Es un mundo en que el hombre desea y vive según la carne (el cuerpo).
La otra filosofía, es, las personas que desean vivir según el Espíritu, son las que colocan el sumo bien en el Alma. Son los que viven según el Espíritu. En la antigüedad eran llamados los Estoicos.
Ambos, epicúreos (materialistas) y estoicos (espirituales) desean vivir cada uno en su paz respectiva, y que cuando consiguen lo que apetecen viven en peculiar paz.
Pero, en la Sagrada Escritura vemos que a la carne se le dan diversos significados, lo que es muy largo de buscar y referir, para que al final podamos deducir que cosa sea vivir según la carne.
En las Sagradas Escrituras, encontramos diferentes referentes con respecto a la carne, así, tenemos:
No toda carne es de una misma especie; diferente es la carne del hombre y la de las bestias y diferente la de las aves y la de los peces.
El Verbo Eterno se hizo carne, o cuando dice Magdalena: "han llevado de aquí a mi Señor y no se donde le han puesto". Hablaba solamente de la carne de Jesucristo.
En la Epístola de San Pablo a los Gálatas, dice: las obras de la carne son bien notorias y conocidas; como son los adulterios, fornicaciones, inmundicias, lujurias, idolatrías, hechicerías, enemistades, contiendas, celos, iras, disensiones, herejías, envidias, embriagueces, glotonerías y vicios otros, semejantes, sobre los cuales os advierto, como ya os tengo dicho, que los que cometen semejantes maldades no conseguirán el Reino de los Cielos.
San Agustín cita en De Civitates Dei libro XIV capítulos I-IV, que "no hay carne alguna que se justifique por las obras de la Ley".
Considerando todo lo antes señalado, ¿qué es vivir según la carne? Porque las obras de la carne (fornicaciones, embriaguez) que dijo, eran notorias y las condenó, no solo hallamos las que pertenecen al deleite de la carne, sino también aquéllas con que se manifiestan los vicios del ánimo, que son ajenos al deleite carnal, tales como la idolatría, enemistades, rivalidades, celos, iras, envidias que son vicios del Espíritu mas que de la carne.
Puede suceder que por idolatría, o por error se abstenga uno, de los deleites carnales, pero aún así el hombre vive según la carne, aunque parezca que modera y frena los apetitos carnales.
¿Quién no tiene la enemistad en el Alma?
¿Quién de su enemigo no dice: mal ánimo tienes contra mi?.
Así, al oír carnalidades pensamos atribuida a la carne, el oír animosidades, se atribuirán al espíritu, pero las gentes de la Fe y la Verdad, les llaman obras de la carne.
Por eso en el ser humano hay dos mundos, es decir, dos ciudades, el uno es vivir según el hombre y el otro es vivir según Dios (es lo Espiritual, es el Alma).
Cuando vive el hombre según el hombre, es semejante al enemigo (demonio) - porque el debió vivir según Dios y según el ángel que era - por vivir según él.
Por eso la corrupción del cuerpo, que es la que agrava el Alma, no es causa, sino pena del primer pecado; y no fue la carne corruptible la que hizo pecadora al Alma, sino al contrario, el Alma pecadora hizo a la carne que fuese corruptible.
El hombre por vivir conforme a si propio (al hombre), se hizo semejante al demonio, el cual también quiso vivir conforme a si propio, por cuanto no perseveró en la verdad, para hablar mentira movido de si propio, que no es solo mentiroso, sino padre de la mentira.
Cuando vive el hombre según el hombre es semejante al perverso (demonio).
Cuando vive el hombre según la verdad, no vive conforme a si mismo, sino según Dios; porque es el Señor el que dijo: YO SOY LA VERDAD.
La mentira es lo que, haciéndose para que nos vaya mejor, por ella nos va peor.
Una ciudad es el vivir con bien y en la verdad; La Ciudad de Dios.
La otra ciudad es el vivir con el mal y en la mentira.
Podemos decir que hay dos ciudades entre si diferentes y contrarias porque unos viven según la carne (aristocratas del dinero) y los otros según el espíritu, de la misma manera podemos decir que los unos viven según el hombre y los otros según Dios.


Autor: Ing. Federico Juárez Andonaegui