lunes, 20 de diciembre de 2010

La alegria de la Navidad


4°Adviento, 19 Diciembre. 2010.
  Is. 7: 10-14; Salmo 23; Rom. 1: 1-7; Mt. 1: 18-24.
 
  Ha llegado el tiempo prometido: el universo entero se alegra y lo muestra: cielos, nubes, tierra, todo se abre para recibir al Salvador; la preparación inmediata se acerca al término, ¿faltará algo más cercano a nosotros mismos, a nuestro interior, a nuestro acercamiento “salvador” para ser como Él, salvadores?
 
  El compromiso ha ido creciendo, al menos en el conocimiento, pidámosle que englobe a la decisión de no solamente esperarlo sino recibirlo y precisamente en los demás. La ejemplaridad que nos deja cada una de sus huellas, está patente: Encarnación, Nacimiento, Entrega incondicional a la Voluntad del Padre, Pasión, Muerte, pues únicamente siguiéndolo paso a paso, llegaremos a la Gloria de la Resurrección: promesa, consuelo y realidad.
  “La virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros.” 
 
  Siglos de espera esperanzada con la seguridad que da la Palabra del Padre, que, al contemplarla realizada, nos impulsa a reconocer: “Ya llega el Señor, el rey de la gloria.” Llegó para quedarse; vino para que experimentáramos intensamente la libertad en la aceptación, una vez más, del compromiso de “proclamar el Evangelio”, de vivir de su Palabra en la meditación y el conocimiento de las Escrituras; de llenarnos diariamente del asombro de lo inconcebible: Dios Hombre como yo, Jesucristo Hijo de Dios para que yo también lo sea; Jesucristo “Camino, Verdad y Vida”, único acceso al Padre: “Nadie va al Padre si no es por Mí.”  Y para que no ponga reparos, se hace “pobre, débil y pequeño como yo”, para que comprenda que soy “llamado a pertenecer a Cristo Jesús”, de quien provienen “la Gracia y la Paz de Dios nuestro Padre”. Sólo así celebraremos el Misterio, el Amor, la cercanía, “la vocación a la que hemos sido llamados.”
 
  San Mateo, en el Evangelio, nos descubre tres interioridades de las que necesitamos aprender para superar incógnitas, angustias, mensajes que parecerían incomprensibles: “Jesucristo que no se aferra a su dignidad de Dios y se hace uno de nosotros.”  
  María, que acepta ser ese “puente” maravilloso que vuelve a unir a la humanidad con Dios, mediante una respuesta, considerada humanamente, impensable: Virgen y Madre; fe que deslumbra y conforta.
 
 José: “hombre justo”, dubitativo, desconcertado ante “la realidad que se le presenta”, pero al estar lleno de Dios, da el paso “más allá de la lógica”, accede y recibe lo más maravilloso que ni siquiera podía imaginar: a Jesús y a María. ¡Qué incomparable compañía! 
 
  En estos últimos días antes de celebrar la Navidad, con la fuerza del Espíritu, esmerémonos en prepararnos para el Encuentro de Jesús, María y José; que la fiesta exterior brote de la alegría interior que la guíe y la pinte con los mejores colores: Paz y Alegría sin límites.


Autor: Ing. Federico Juárez Andonaegui

martes, 14 de diciembre de 2010

AMÓS

Amós
Amós vivió a mediados del Siglo VIII A de C. Era Pastor natural de Tecoá, pueblo situado a 9 kilómetros al sur de Belén y a 16 kilómetros al sur de Jerusalén.  Todo ello en el reino de Judá.
Es un profeta de la Justicia social. Manifestó ¡el fin ha llegado!, debido a la acumulación de la riqueza en unos cuantos y el crecimiento del proletariado.
Eran los tiempos del Rey Jeroboam II (782 -753) en el reino del norte, en su mandato hubo progreso en base a la opresión de los pobres (la mayoría, que se vende por un par de sandalias (AM 8, 6))
Amós emplea la Lógica (3, 1-8), el sarcasmo (4, 4-5) y la repetición (4, 6-11), para lograr su cometido. La audiencia escuchará siempre a los que lloran por ellos, a los que interceden a su favor.
Amós era “noqued”, término “ugarítico” que significa a cargo de los pastores del templo”, es un equivalente a oficial de culto; lo cual es muy diferente a pastor de ovejas. Aunque se ha traducido como pastor y cultivador de ovejas (Am 7, 14)
Siempre empleó la fórmula “así ha dicho Jehova” o “dice Jehova el Señor”.
Los sermones del Profeta se pueden dividir en tres secciones principales:
Juicio sobre las naciones (1, 1-2, 16)
Verificación del juicio de Dios sobre Israel.
Visiones y exhortaciones del fin (7, 1-9, 15)
Amós denuncia la situación religiosa, la cual es muy deteriorada, pues la gente es ya mas bien idolatra. Son materialistas, adoran dioses, les importa solo el dinero y “su bienestar” físico. cuidan el tanto tienes tanto vales.
Amós insiste en que no basta con ir a las celebraciones del culto en los santuarios, hay que tratar justamente al hermano (Am 4, 4 -13).
Solicita un cambio radical en la conducta del pueblo, lo cual le acarreó graves dificultades. Ante Amasías, sacerdote en Betel, es acusado de conjurar en contra del rey. Por lo mismo es expulsado de Israel y regresa a su tierra Judá, en donde se pierde toda pista y ya no se sabe mas de él


Autor: Ing. Federico Juárez Andonaegui