El Beato Bartolomé Gutiérrez también
Al estar escribiendo acerca de las relaciones del primer país américano, México, que tuvo contacto con Japón, acudió a mi mente además de San Felipe de Jesús, el recuerdo de otro Santo Mexicano, escasamente conocido y que por supuesto no se le ha hecho justicia.
Recuerdo ya vagamente que éste Apóstol MEXICANO arribó al Japón en 1612, dedicándose primeramente al estudio del idioma de éste país; que fue designado Prior del Convento de Usuki en 1613; que el Emperador Japonés ordenó fueran expulsados del Imperio; que expulsado como fue, llegó a Manila, en donde se hizo cargo de los novicios de su Orden.
A mi mente vino su gran esfuerzo de oración y ayuno para que Dios lo regresase al Japón; fue así que en 1617 llegó a Manila una carta dirigida al R.P. Provincial de la Orden de San Agustín suscrita por muchos fieles en la que referían el martirio que padecía el Padre Fernando de San José y le solicitaban le fuera enviado como apoyo al Padre Bartolomé Gutiérrez.
El Padre Provincial ordenó que el Padre Mexicano fuera acompañado por el Padre Pedro de Zuñiga en su viaje al Japón; fue en 1618 en el mes de Agosto que llegó a su destino.
Fueron quince años de sufrir persecuciones, vivir disfrazado y oculto en casas retiradas. Vivió rodeado de peligros, angustiado, afligido, vestido pobremente, sufrió hambres, frío, fuertes calores, a grado tal que solo conservaba su piel cubriendo su osamenta.
Hubo innumerables prodigios de éste Varón, cuéntase que en una ocasión sus perseguidores al quererlo atrapar, pasaron frente a él y no lo vieron; en otra ocasión entraron a su cuarto que no tenía muebles y estando él en un rincón, no lo vieron; que en otra ocasión llevándolo sus captores a la orilla de un monte a punto de arrojarlo a la falda del mismo, se les desapareció de sus manos, no lo vieron, escapándose al dar media vuelta y pasar entre sus captores sin ser visto.
En Agosto de 1629 empezó a reinar Tacánaga en Bungo a quien los Bonzos habían confiado el poder apresarlo. El 10 de Noviembre de 1629 fue detenido y de inmediato fue esposado y cargado de cadenas para ser conducido a la cárcel de Nangasaki, cuatro días después estaba acompañado en la prisión por el Padre japonés Antonio Pinto. El día 18 los acompañó el Padre Francisco de Jesús, días más tarde llegó el Padre Vicente Carvallo.
Durante esos días escribió el Beato varias cartas, narrando entre otras cosas, la relación de los martirios de sus Hermanos, como el del Beato Pedro de Zúñiga Una de ellas se conservaba hacia finales del Siglo XIX en el Convento de San Agustín de Morelia que era la casa Matriz de la Provincia de Michoacán
Aún en la cárcel, confesaban, catequizaban, bautizaban e instruían. Convirtió al catolicismo a un Bonzo y a un Juez (comisario real).
El 25 de Noviembre de 1629 fue conducido a las ardientes aguas del Lago del Ungen; además de ser martirizado en el trayecto, tuvo que permanecer treinta y un días en las dichas aguas del Lago. Aunado a los tormentos, para hacerles perder su fé, Tacánaga les presentó varias mujeres desnudas ofreciéndoles placer, pero ello no perturbó sus votos.
El Rey al ver que nada podía hacer ordenó que los presos fueran conducidos nuevamente a la cárcel de Nangasaki en donde permaneció preso el Beato Mexicano desde el 5 de Febrero de 1632 hasta el tres de Septiembre del mismo año, día en que a la edad de cincuenta y dos años fue quemado a fuego lento,
A México llegaron varias reliquias suyas y hubo varias señales de su Santidad pero fue hasta el 7 de Julio de 1867 en que Pio IX lo beatificó.
Se le asignó el 2 de Marzo de cada año como fiesta para él
Eran tiempos en que La Catedral estaba en México.
Ya no existen guías espirituales como él, ¿cómo queremos que nos vaya bien? ¡Si no honramos a nuestros héroes! ¿cómo queremos que los jóvenes nos respeten? ¡Si no les platicamos de nuestros antepasados!
Autor: Ing. Federico Juárez Andonaegui
Autor: Ing. Federico Juárez Andonaegui
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