Ahora que se encuentra nuestro País en la situación actual, cuando por desgracia nuestras autoridades de Educación, eliminaron materias humanísticas y de formación de valores y filosóficas, ha llegado un rayo de esperanza, caridad y Fe, pues nuestro pueblo es en su raíz profundamente religioso, al cual se le trató por 70 años, en nombre del libertinaje (al que llamaban "libertad") y bajo una gran presión extranjera, de materializar y utilizar con fines de un propósito contrario a su voluntad. Viene a colación el narrar el siguiente cuento, pues la gran mayoría de nuestros jóvenes, niños, y muchos adultos, no saben de los grandes filósofos y pensadores universales y mucho menos saben de los nacionales.
Por la situación actual va la siguiente narración de un gran filósofo.
La muerte de Dios
Quizás hayan oído hablar del hombre que, en una soleada mañana, encendió una linterna y corrió a la plaza del mercado gritando sin parar ¡busco a Dios!, ¡busco a Dios!. Por allí había mucha gente que no creía en Dios y les produjo gran regocijo oir a aquél hombre. Mofándose, le decían ¿Qué pasa, se ha perdido?, otro le dijo ¿se ha extraviado?, otro mas le dijo ¿se te ha escondido? Y así mofándose le decían ¿se fue de viaje?, ¿habrá emigrado?, etc, etc, pero todos, todos, reían al ver a aquél hombre, quien de pronto se plantó frente a ellos y gritando les dijo: ¿adonde se ha ido Dios?, ¡ahora voy a decírselos!, ¡lo hemos matado, ustedes y yo!, ¡todos nosotros somos unos asesinos!. ¿cómo lo hemos hecho?, ¿cómo hemos sido capaces de beber en el mar? ¿qué hicimos al separar la tierra de su sol?, ¿hacia donde nos dirigimos?. ¿lejos de todos los soles? ¿acaso no avanzamos sin parar?, ¿hay todavía un arriba y un abajo?, ¿no alienta el espacio vacío sobre nuestras cabezas?, ¿no hace mas frio?, ¿no es cierto que la noche avanza continuamente, cada vez mas obscura?. Tendremos quizás que encender linternas en pleno día. ¿No oímos el ruido de todos los sepultureros que están enterrando a Dios? ¿no advierte nuestro olfato la putrefacción? Porque los dioses mismos están sujetos a ella. ¡DIOS ha muerto!, ¡Dios sigue estando muerto!, ¡nosotros lo hemos matado! ¿de que modo nos consolaremos nosotros, los mas abyectos de los asesinos? Lo mas santo y lo mas alto que el mundo ha tenido hasta ahora, ha derramado hasta la última gota de sangre bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará en nosotros la mancha de esa sangre? ¿en que agua nos lavaremos?, ¿Qué lustros, que fuegos sagrados tendremos que inventarnos?, ¿no deberíamos convertirnos en Dios solo para hacernos dignos de EL?. ¡Jamás ocurrió nada de mayores proporciones y con relación a ello todos los que nazcan después de nosotros pertenecerán a una historia mas alta que cualquiera de las anteriores!.
Al decir lo anterior, el hombre calló, guardó silencio y miró de nuevo a sus oyentes. Ellos también estaban callados y lo miraban con sorpresa, entonces tiró su linterna, la cual se rompió y dejó de alumbrar. Dijo entonces, veo que no he venido en el momento oportuno, he llegado demasiado pronto el acontecimiento prodigioso está en camino, no ha llegado todavía a los oídos de los hombres. El rayo y el trueno, la luz de las estrellas y las hazañas tardan un tiempo en ser vistos y oídos. Esta acción por ahora, está mas alejada de ellos que la estrella mas lejana, sin embargo, ¡son ellos quienes la han llevado a efecto!.
Se dice que después el hombre se encaminó hacia varias iglesias aquél mismo día y que dentro de ellas entonó el réquiem aeternam Deo. Cuando se le invitaba a salir y a dar una explicación, siempre respondía: ¿qué otra cosa pueden ser ahora estas iglesias (templos) sino tumbas y mausoleos dedicados a Dios?
Ing. Federico Juárez Andonaegui
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